Estudiar, trabajar, tener a cargo a niños o gente mayor, la crianza de nuestros hijos e hijas, los ‘hobbies’ que tenemos, el cuidado de la casa y un largo etcétera que queremos compaginar con nuestra vida social. El mindfulness ayuda a que se detenga el estrés de la combinación de todo lo anterior.
Pequeños y grandes nos vemos reclamados por las prisas y la falta de tiempo; sometidos a un bombardeo de estímulos y adentrados en un ruido constante. La crianza de los hijos se ha convertido en una tarea altamente compleja y se añaden las dificultades para compatibilizarla con el mundo laboral. La consecuencia más evidente de esta multitarea es el funcionamiento en piloto automático: nuestro cuerpo está presente en el lugar que nos encontramos, pero nuestra mente se encuentra dispersa, lejos de la acción que realiza el cuerpo, pensando otras situaciones que también nos reclaman.
En la actualidad vivimos en un mundo acelerado, a veces confuso y a menudo incierto.
Así, sin ser muy conscientes, acabamos automatizando gran parte de nuestra vida. Nos centramos en las tareas a realizar sin estar realmente presentes: la cena, los deberes, la colada, las extraescolares, los mails para responder, los mensajes que llegan por WhatsApp, el juego que me quiero descargar, la tecnología que nos seduce y nos secuestra, etc. el estrés permanente y después la ansiedad, el desánimo, el agotamiento crónico, etc. y los niños que crecen en medio de todo este ritmo frenético: abocados a la acción y al hacer y desconectados de la reflexión y el ser.
Por todo esto necesitamos encontrar un momento de paz y tranquilidad. Aquí es donde entra en juego el Mindfulness.
QUÉ ES EL MINDFULNESS
Kabat Zinn, J. en 1979 lo describió como:
“La conciencia que se desarrolla cuando estamos plenamente atentos al momento presente, sea éste como sea, con una actitud de apertura, es decir, con aceptación y sin juicio ni reacción a la experiencia (interna o externa) con la que nos encontramos”.
La propuesta que parte del mindfulness justamente nos puede ayudar a detener estos procesos hiperactivos en los que nos encontramos inmersos a nivel social y personal.
Cuando hablamos de mindfulness, hablamos de una técnica milenaria integrada en las prácticas espirituales de meditación budista. En nuestro mundo occidental se ha vaciado de contenido religioso y se ha encaminado hacia un objetivo asociado a la calidad de vida: la reducción del sufrimiento físico y/o mental que resulta de un estilo de vida más integrado y consciente. Las prácticas básicas se centran en la atención a la respiración y en las sensaciones corporales, por lo que permanecer atento a los sentidos se convierte en una fuente de conexión con uno mismo y de relajación que refuerza el sistema inmunitario.
Las investigaciones en neurociencia avalan los efectos beneficiosos a nivel cerebral y las mejoras significativas en las áreas del córtex prefrontal del cerebro, encargadas de integrar las funciones ejecutivas (atención, concentración, planificación, organización, control de la inhibición, flexibilidad, etc.). Los beneficios también se han objetivado en pacientes con dolor crónico, trastorno depresivo y en la reducción de estrés. Algunos países como el Reino Unido lo han implementado en su sistema nacional de salud y actualmente se investigan los beneficios en niños diagnosticados de TDAH y otros trastornos de ansiedad.
MINDFULNESS Y VÍCULO FAMILIAR
La práctica habitual de mindfulness se puede hacer extensiva a toda la familia por lo que si invertimos unos cuantos minutos al día en trabajar la atención plena con nuestros hijos les podemos ayudar a detenerse, concentrarse en ellos mismos, relajarse al final del día integrando cuerpo y mente. Se trata de que, jugando, los pequeños vayan adquiriendo un abanico de herramientas para relajarse y conectar con ellos mismos. Además, si lo hacemos juntos, estaremos reforzando los vínculos y compartiendo una actividad agradable y divertida en familia. Algunos ejemplos de ejercicios que podemos practicar son estos: